sábado, 18 de junio de 2011

PERDIDO ?


Esta imagen dice más que mil palabras.

RENOVARSE O MORIR


El águila, a pesar de ser el ave más longeva que existe, más allá de ser una formidable cazadora, y sin importar su magnífico porte, es una criatura trágica, obligada a enfrentarse a un drama de renovación o muerte en algún momento de su existencia.

Su expectativa de vida es de setenta años, lo que no es poco para un ave. Pero lógicamente no todas llegan a esa venerable edad; al igual que a los humanos en el discurrir de la vida les acontecen diversos episodios que pueden acortar esa posibilidad.

Pero además, hay un hecho crucial al que se enfrentan al llegar a los cuarenta años. Para entonces, padecen factores de deterioro muy serios que les obligan a considerar qué hacer con sus vidas.

A esa edad, ya no pueden cazar sus presas porque las garras están descalcificadas, blandas y sin fuerza; además, su pico se encuentra agrietado y deforme hasta el punto que le impide su normal alimentación, ahora es largo y puntiagudo y se dobla
contra su pecho. Para completar la tragedia, las plumas se han tornado excesivamente rígidas, y pesadas, dificultando el vuelo, exigiéndoles un esfuerzo mayor para sostenerse en el aire.

Además, por ser aves muy competitivas y territoriales, son atacadas por otras águilas más jóvenes.

Aquí es cuando el instinto o el libre albedrío del animal entra a actuar. Muchas águilas mueren en estos combates, otras se extinguen por el hambre, y un porcentaje de ellas opta por el suicidio al dejarse caer en picado sobre las rocas desde gran altura.

El águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentarse a un doloroso proceso de renovación que durará 150 días.

Un pequeño porcentaje de ellas elige retardar el final de su vida; para lo cual, remontan el vuelo hasta elevadas e inaccesibles paredes rocosas y, en un lugar seguro y suficientemente protegido, se posan y dan inicio a una terrible tarea regenerativa.

En la soledad de su confinamiento montañoso el águila golpeará sistemáticamente su pico contra una piedra hasta destrozarlo.

Esta dolorosa mutilación provoca en su fisiología una regeneración, como el de las uñas de los humanos. Y así, al poco tiempo le crece un pico nuevo y perfecto; gracias a él emprende otra desagradable labor: Se extirpa una a una las garras atrofiadas. También éstas son sustituidas por nuevas.

Por último, se arranca todas las plumas viejas e inservibles para el vuelo. Nuevas plumas, más blandas, suaves y saludables nacerán de los canutos sangrantes.

Al cabo de los ciento cincuenta días, el águila se encuentra renovada y lista para volver a la lucha diaria por la subsistencia.
Después de cinco meses de suplicio, hambrienta, baja de nuevo a los valles donde le esperan muchos otros años de vida.

Ahora bien, cabe hacer una alto en el camino y verificar de que somos capaces nosotros de mutilarnos, para posteriormente dar paso a una regeneracion. El caminar nuestro sendero vital implica dejar atras muchos elementos que impiden o disminuyen un poco nuestro libre transito en el mundo, si es que queremos encontrar ese punto de equilibrio que nos permita ser exitosos en todos los ambitos personales.

lunes, 13 de junio de 2011

HAY

Hay sueños forjados que cuando los trabajamos, dejan de ser ilusión y los realizamos.

Hay pasos que evitamos y sólo cuando nos atrevemos a darlos, llegamos y nos acercamos.

Hay personas valiosas que se nos pasan de largo,
Hay oportunidades únicas que no aprovechamos;
Hay tiempo para todo y ni cuenta nos damos.
Hay mil formas de hablarle a los amigos y ni siquiera lo intentamos.
Hay tanto para agradecer y sólo nos quejamos,
Hay tesoros en nuestra vida y no los valoramos;
Hay tantas palabras para decir y no las pronunciamos.
Hay abrazos para regalar y no los damos,
Hay sonrisas que dibujar y muchas veces las borramos;
Hay una hoja blanca que se nos regala cada día para escribir y nos cuesta demasiado,
Hay tantas cosas que no sabemos de aquellos que caminan a nuestro lado.
Hay, siempre hay tanto pero tanto que sólo debemos permitirnos descubrirlo y enfrentarlo!

viernes, 10 de junio de 2011

TRAGICOMEDIA

Mediocridad, Es todo lo que veo a mi alrededor. Sólo hay una forma de hacer las cosas, una forma de verte inmerso en la rutina hasta olvidar qué era aquello que querías, qué es aquello que tanto te dolía.

Rutina, rutina que anestesia y adormece los sentidos. Sabiduría absurda e inexistente, el "saberlo todo" y no "saber de nada". Demasiado poco tiempo para demasiadas cosas. Primero evitar los cánones, después encontrase a sí mismo, y entre tanto el tiempo se te ha escapado de las manos y te ha dejado los barrotes de su jaula dorada. Sólo los barrotes, porque cuando al final puedes escapar de su celda es cuando comienza la cuenta atrás, ya no importa si te escapas antes o después porque para ti realmente no hay ningún después.

Frenas. Dejas de actuar y dejas que te alcance el cazador, que te atrape la presa; lloras porque estás cansada de vivir tan deprisa, lloras porque te pesan los grilletes y ya no puedes hacerlo. Ríes, porque quedan pocas lágrimas, ríes hasta quedarte sin aire y hasta que te duelan las costillas, porque tu cuerpo grita en busca de oxígeno y destensar los músculos. Constante y jodido vaivén… Y mientras tanto, YO, te busco un papel en toda esta tragicomedia.

CAMINAR LOS SUEÑOS



La rutina es un papel de lija que desgasta las ilusiones.

Demasiadas veces lo cotidiano nos conduce a la monótona repetición de conductas, conversaciones y escaramucillas sin vuelo que transforman las hojas de nuestro calendiario en un libro sin texto.

Por el contrario, las ilusiones conseguidas son aquellas que quedan impresas para siempre en el libro del mejor recuerdo, esas épocas en las que tomamos conciencia de que el auténtico nivel de vida no lo da ni depende del dinero, sino de la felicidad, ese sentimiento que surge cuando lo soñado y lo vivido transcurren paralelos como los raíles del ferrocarril.

Por eso siempre hay que llevar una doble vida: la despierta y la soñada. La vida despierta es ese obligado aterrizaje en el suelo duro que nos conduce a través de caminos proyectados por intereses ajenos, cuanto más masivos más semáforos, radares, velocidades limitadas y direcciones prohibidas.

La vida soñada es la que nos impulsa a salir de lo establecido y nos anima a idear, imaginar, ... elevarnos para buscar nuestros propios horizontes. En una vida completa, soñar y caminar son vasos comunicantes, porque el ave no puede estar siempre volando, pero alzarse le permite divisar, entender y, por qué no, ambicionar otros panoramas. En el suelo reposa lo conocido y cotidiano, en el vuelo despega el sueño y la sana ambición.

La felicidad es caminar los sueños.

jueves, 9 de junio de 2011

SEMBRANDO

"COMPARTO CON USTEDES UN RECUERDO DE SEPTIMO GRADO....NO SABEN EL TRABAJO PARA MEMORIZARME ESTA POESIA....."

De aquel rincón bañado por los fulgores
del sol que nuestro cielo triunfante llena;
de la florida tierra donde entre flores
se deslizó mi infancia dulce y serena;
envuelto en los recuerdos de mi pasado,
borroso cual lo lejos del horizonte,
guardo el extraño ejemplo, nunca olvidado,
del sembrador más raro que hubo en el monte.

Aún no se si era sabio, loco o prudente
aquel hombre que humilde traje vestía;
sólo sé que al mirarle toda la gente
con profundo respeto se descubría.
Y es que acaso su gesto severo y noble
a todos asombraba por lo arrogante:
¡hasta los leñadores mirando al roble
sienten las majestades de lo gigante!

Una tarde de otoño subí a la sierra
y al sembrador, sembrando, miré risueño;
¡desde que existen hombres sobre la tierra
nunca se ha trabajado con tanto empeño!
Quise saber, curioso, lo que el demente
sembraba en la montaña sola y bravía;
el infeliz oyóme benignamente
y me dijo con honda melancolía:
—Siembro robles y pinos y sicomoros;
quiero llenar de frondas esta ladera,
quiero que otros disfruten de los tesoros
que darán estas plantas cuando yo muera.

—¿Por qué tantos afanes en la jornada
sin buscar recompensa?— dije. Y el loco
murmuró, con las manos sobre la azada:
—«Acaso tú imagines que me equivoco;
acaso, por ser niño, te asombre mucho
el soberano impulso que mi alma enciende;
por los que no trabajan, trabajo y lucho;
si el mundo no lo sabe, ¡Dios me comprende!

»Hoy es el egoísmo torpe maestro
a quien rendimos culto de varios modos:
si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro.
¡Nunca al cielo pedimos pan para todos!
En la propia miseria los ojos fijos,
buscamos las riquezas que nos convienen
y todo lo arrostramos por nuestros hijos.
¿Es que los demás padres hijos no tienen?...
Vivimos siendo hermanos sólo en el nombre
y, en las guerras brutales con sed de robo,
hay siempre un fratricida dentro del hombre,
y el hombre para el hombre siempre es un lobo.

»Por eso cuando al mundo, triste, contemplo,
yo me afano y me impongo ruda tarea
y sé que vale mucho mi pobre ejemplo
aunque pobre y humilde parezca y sea.
¡Hay que luchar por todos los que no luchan!
¡Hay que pedir por todos los que no imploran!
¡Hay que hacer que nos oigan los que no escuchan!
¡Hay que llorar por todos los que no lloran!
Hay que ser cual abejas que en la colmena
fabrican para todos dulces panales.
Hay que ser como el agua que va serena
brindando al mundo entero frescos raudales.
Hay que imitar al viento, que siembra flores
lo mismo en la montaña que en la llanura,
y hay que vivir la vida sembrando amores,
con la vista y el alma siempre en la altura».

Dijo el loco, y con noble melancolía
por las breñas del monte siguió trepando,
y al perderse en las sombras, aún repetía:
—«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando!...»

Marcos Rafael Blanco Belmonte.